El punto de ebullición nunca se consigue con la olla fuera del fuego. La lava no sale hasta que el volcán llega al límite. Nada que florece de manera inmadura o sin sentido, suele dar buen resultado. Aquí la presión y el enredo juegan un papel fundamental.
‘Palomitas’ es la primera expresión que empieza a gestar ‘Lil Blanc’, una toma de contacto resultante de años experimentando el arte e intentando encontrar mi camino.
No solo en el lienzo.
Ahí estaba, en el ‘Born’, una casa que se había convertido en hogar en un tiempo exprés por todo lo que conllevaba. Tras una etapa de no saber cuál era mi sitio, empieza a aparecer la luz de una manera clara: “no sé cómo va a salir, pero me apetece”, me digo.
Esta obra resume lo que tenía que brotar del estómago a través de mis manos, canalizadas en las brochas y nutridas por mis venas que se tiñen de pintura.
Desordenada, llena de color y de textura. La vida volvía en una versión distinta, como nunca antes y olía a comienzo de algo nuevo.
“Le has puesto palomitas a este cuadro y están explotando”, dijo un día Adela.
Y tenía toda la razón.